¡Jean Pierre! Mi niño hombre. El siempre niño de la sonrisa de Karla. Ese es el Jean Pierre mío; él da la bienvenida a mi Estudio, a mi casa de La Montaña y hasta a la buhardilla de Madrid, cuida la entrada, cual Niño de Atocha. Elegúa, dirían los afrocubanos. Al entrar Josefina, ha llegado de La Habana, exclamó con su voz más alta:
- ¡Ooyyssh…! –con ese, nuestro eterno Ruso-. ¡Si tienes una foto de Karla, de la alemana joven, de esa belleza con quién compartí aulas!
Me sonrío con satisfacción, siempre me enorgullezco de mi familia alemana. Me da gracia la confusión de una persona, que conoce tan bien, y de cerca, a Mi Amada. Con mis amigos, sólo le llamo Karla, mi Alemana, Mayá Hiemka. Aunque, ahora, en privado, le digo: “Mayá, ‘Síemka’”.
- ¿Cómo no lo has conocido, Josefina? ¡Tú, que lo viste nacer! ¡Y lo malcriaste cómo pocas! ¡Es el niño! –me salió la voz dulce y amorosa de Moscú, la que casi había olvidado-. Es Jean Pierre, que es cómo ver al duplicado de mi Alemana, ¿clonado? Yo, desde que nació, le digo, que ella se autofecundó entre mantas –se ríe Josefina-. Si hubiese sido creyente, si hubiese creído, entonces, en “mitos”, hasta hubiese dicho, que estaba compartiendo nido con una Diosa, que la Inmaculada Concepción no era un dogma de la Iglesia, sino una realidad tangible y que se había repetido, que Mi Alemana había autoconcebido o que hay espíritus, que engendran sin manchas. Josefina, hoy, te digo, si estuviese en mis manos, yo le haría las pruebas de ADN. ¿Y de ser así? ¡Sería mi hijo! Y todo el sufrimiento, amargura y ansiedades de Karla, todas sus depresiones durante más de un cuarto de siglo, fueron innecesarias y una gran culpa de la sociedad patriarcal, con sus tabúes y manipulación de la información. Es más, hay médicos, ginecólogos, que no saben que la mujer eyacula y que, hasta no hace tanto, algo más de un siglo, solamente, no se había desechado el semen femenino, al que he oído denominar fana en La Habana. Se consideraba su calidad inferior al masculino, en dependencia de la movilidad de los espermatozoides y de su cantidad por campo. También, hay hombres con esas características en el semen; a veces muy bellos. He leído algo sobre ello en una revista científica, aquí en España. Le he pedido a una amiga Doctora en Ciencias Genéticas, que investigue por su cuenta; una Científica Rusa de armas tomar, que iba por la Residencia de Aspirante a Doctores de la Academia de Ciencias, cual vampiresa, sacando sangre a marido y amigos para sus investigaciones. ¡Ella sí se atrevería a comprobarlo y a decir los resultados! ¡Será un gran escándalo! Pero, al mismo tiempo, la mayor Gloria de Dios, la Victoria del Amor, del Amor Puro.
Me miró extrañada, arqueó sus cejas castañas, alzó los hombros y dijo: “¿Qué importa? Lo importante, que es el hijo de Karla”. Le lanzó una sonrisa a la foto y penetró en la estancia. Abrió la cartera, al ver mi equipaje, hizo un gesto de disculpa, me entregó unos sobres y se marchó apurada, dándome otro abrazo. ¡Gracias a Dios, llegó Josefina; la necesitaba!
Salgo a dar un paseo, aunque estoy muy cansada, demasiadas horas de viaje. Necesito mover la sangre, estirar las piernas, andar un poco en busca de aire, oxigenar el Estudio; llevan una semana mis plantas encerradas. Josefina estará dos meses y tendremos mucho tiempo para charlar. Hasta es posible, que nos vayamos unos días a la montaña y, un domingo de sol, navegaremos por la bellísima bahía de Santander… Dirijo mis pasos hacia La-que-Espera:
- ¡Oye! ¡Hacía mucho que no te veía! – le devuelvo una sonrisa, por esa jovial entrada-. ¿Dónde estabas?
- De viaje. Te hice caso. Acerqué distancias. Para ti, ¿de qué color es el amor?
- Rojo.
- ¿Sabes, que se representa color rosa? Rojo es el color de la pasión, el grado más elevado del amor –insisto.
- El amor, sólo, puede ser rojo. No coincido contigo. Si no hay pasión, no hay amor. El amor es como un volcán, que bulle dentro del alma. A veces está quedo, acumula fuerza para lanzar sus lavas. El amor es incandescente, es llama. ¡Sólo puede ser rojo!
“Cambiemos el color del cielo,
La vida sonríe
Cambiemos cariño,
el color del cielo.
Y que sea azul muy azul
amarrillo, verde o marrón,
No importa cuál sea el color.
¡Lo que importa, es que sea de amor!
Yo sé, que podremos”
[1][1] Cristina y los Stop, año 1966. Año que suma 22. En 1999, se presentó en Miami con “Fórmula Diablos”. En 2005, vuelve a Miami en el espectáculo “Lluvia de Estrellas”, junto a Karina. http://www.cristinastop.es/biografia.htm