El Retoño hubiese cumplido 45 años este Domingo de Ramos de 2008
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"Y dile: "El Señor todopoderoso afirma que el varón llamado Retoño brotará de sus propias raíces y reconstruirá el templo del Señor. Reconstruirá el templo del Señor y recibirá los honores propios de un rey. Se sentará en su trono a gobernar, y al lado de su trono se sentará el sacerdote, y habrá paz entre los dos" Zacarías 6 (12-13) del AT
Solamente, diré uno de sus milagros: Mi resurrección en el Salón de Operaciones del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de La Habana el 11 de julio de 1996, tras un paro cardíaco superior a una hora y haber sido declarada fallecida, tras todos los intentos médicos de reanimación; hecho, ocurrido durante la segunda reintervención a corazón abierto. El Instituto Cardiovascular de La Habana está ubicado en Calle 17 y A: el 17 de Diciembre se celebra a San Lázaro y la A representa a Cristo. Parte de su familia, y organizado por mí, tuvo que cumplir en 1992, con posterioridad a su partida, una promesa, que Él había hecho a San Lázaro: llevarle un ramo de gladiolos al Rincón, cuando se le concediese el apartamento de Altahabana, ubicado en el municipio Boyeros, cerca de la Capilla de las Religiosas de Jesús María Altahabana.
¡Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo!
Nota: En vísperas de Domingo de Ramos, del cumpleaños d++e Raúl, al regreso de la modista, se me llevóa un paseo, fotografiando flores y los retoños de las plantas, luego, se me abrió la Biblia en la cita anterior, la que ya mi Padre me había hecho leer una semana atrás.
"AntiOmega"
Oda a un Santo
Me ha visitado mi Hermanito,
al cual Raulito llamaban;
venía vestido de blanco
y en los pies traía alas.
¿Cómo dicen que es un santo,
si es un ángel el que ha entrado?
A veces viene Jesucristo,
mostrándome su misma cara,
con dulce sonrisa,
una dulzura que traspasa.
He cerrado los ojos
para atraparlo en mi mirada.
“No cierres los ojos,
cuando estoy contigo, mi hermana,
es muy peligroso
en ese estado de posadia.”
Lo miré extrañada,
pues no entendía de qué hablaba.
“Estuviste aquí con nosotros,
pero en la Tierra aún hacías falta.
Rogamos al Señor,
toda tu Familia Santa,
Él puso a andar tu corazón en La Habana.
“No sufras cuando pienses en mí,
tú estarás aquí en el momento que haga falta.
Yo te reclino en tu almohada,
te canto al dormir
y te despierto en la mañana.
“No solo me tienes a mí,
a tu Familia Santa;
hay muchos que interceden por ti.
Pide cuánto haga falta.
El Señor te escucha a ti,
como a su Hija Amada.
“Por eso tuve que venir
y dejarte tan sola en La Habana,
pero siempre me has tenido ahí;
estoy en el fondo de tu alma,
delato mi Presencia,
cuando mezo tus plantas.
“Me sientes en tus manos,
en tu hombro izquierdo
y en ese cosquilleo intenso,
que has logrado asumir.
¡Sé que fue un gran esfuerzo
y mucho que sufrir!
“Ya ves que no he muerto,
que sólo mi cuerpo reposa allí.
¿Cómo han de vivir los muertos,
si el alma nadie la puede destruir?
¿No te han dicho que Dios es eterno?
¡El Eterno vive en mí!
“Sufres al matar insectos,
al pisar la hierba, cuando andas;
por no dejar entrar a la paloma,
que llamaba a tu ventana,
por no tener tu perro
contigo en España.
“Tienes un corazón enfermo
de amor y añoranza,
que sostiene tu cuerpo
y lo lleva mientras anda.
¡Cuánto agradezco haber caminado
a tu vera, mi hermana!
“No llores, que debe reír,
quién sabe que es santa.
Te lo grita hasta el viento,
cuando el Señor contigo habla;
y que piensen que no es cierto,
que le pregunten al Señor de la Palabra.
“Por ello, te he antecedido,
porque no se puede esperar,
si Dios nos llama
a servirle en lo Alto,
cómo sirves en la Tierra,
en cada esfuerzo, hermana”.
“Es probable que esté muerto,
quién no sienta al Señor
en sus entrañas,
en la lluvia, en el viento;
en esas montañas,
que vienen y van,
sin moverse en la distancia.
“Pero aún a ellos
Dios les da aliento,
les inspira en los buenos momentos
y los consuela, cuando fallan”.
“NO CREAN QUE NO LOS ESTOY VIENDO,
CUANDO ESTÁN “SOLOS” CON SU ALMA”.
“Te puede hablar uno u otro,
se te expresan las flores, las plantas,
ese cambio de tiempo,
el trueno, el terremoto…
¡Pero sólo hay uno que habla,
el Dueño de la Palabra!
“¿A quién mayor credibilidad
le da mi hermana,
a quién la llevó de la mano a Jesucristo
o a los que en la iglesia
la critican cuando habla?
“Lo importante es ser fiel
y, en eso, nadie te gana;
repites lo que te fue dicho,
aunque te miren y tachen de extraña;
te digan arrogante, como a Eliú,
cuando Eliú era Yo
y aún nadie me había visto.
“He estado muchas veces
y siempre estaré,
pero hoy como antes,
esperan entre las nubes,
entre la clase alta, guerrero vencedor,
pero es este ser tranquilo,
quién Soy YO”.
¡VEN!
¡SIGUEME!
ANDREA TUTOR Fdez. Santa María
Primer Domingo de Adviento de 2003,
Santander.La Casa de los Vetti
Pompeya paró su reloj
hace veinte siglos;
siglos que son años
para un recién nacido.
Apolo, el Arquero,
cuida de su Venus,
cual si se tratase de un niño,
para que pasen los años,
que parecen siglos.
Dios en calidad de Arquero
contempla a Príapo envanecido,
el que coloca su falo sobre un platillo,
mientras extiende la mano
con el crédito vencido.
Se enorgullece de su pene,
{que deshizo
{en las entrañas de Pompeya,
frías como granizo.}
Es que el terremoto
[a ella ha vencido;
mas el Vesubio la envolvió
antes de haber sucumbido.
La Casa de los Vetti,
famosa por sus frisos,
se ensoberbece de sus puertas,
se envuelve en mitos
[y, así, no ver
que ha perecido.
En su segunda muerte,
Pompeya se vende al vandalismo
por unos cuantos centavos mal
[habidos,
provenientes de turistas
de calzones cortos,
desvestidos.
¡Respeten a Pompeya, mal nacidos,
ella es una reina entre mis hijos!
ANDREA TUTOR Fdez. Santa María,
Santander, 4 de marzo de 2004; H: 14:33
Poemario ProfanaciónSalmo a Misericordia Divina
R/ A tu Misericordia Divina
cantaré en todos los tiempos.
A tu Misericordia Divina
rendiré mi plegaria,
ante tan excelsa gracia
doblaré mis rodillas por siempre.
Juega el hombre a no verte
y Tú estás en todas partes:
en la IA de las palabras,
en el ICH de los alemanes,
en el IO ó YO de los latinos,
en la I, en la V, en todos los signos,
ya sean letras o jeroglíficos;
en las montañas, en el llano,
en el mar, en los ríos
y hasta en el aire que respiro.
Dicen, que no te sienten,
que todo es signo;
te llaman cada día con insistencia:
“Ven, Señor Jesús”,
pero cuando le mandas un saludo
pasa inadvertido.
“No me busques solo en los altares,
cuando siempre estoy contigo;
te llevo de la mano,
te quito el hambre y el frío;
te consuelo en las noches
y en tus días vacíos;
te reclino en tu lecho,
cada vez, que el cansancio
puede acabar contigo,
para que recuperes tus fuerzas
y sigas haciendo tu trabajo,
que es el mío.
“Siempre me dices gracias
y la gracia es haber vivido,
junto a los que te quieren y
a los que te han querido,
pero también lo dejas pasar
sin percibirlo.
Cuando le dices hermano,
tienes que sentirlo,
porque todos son hijos míos”.
A tu Misericordia Divina
debo mis hermanos, hijos,
la luz que me ilumina
y hasta el andar sin sentido.
Ilumina mis días con el rojo,
el verde, el amarillo,
con los siete colores del espectro,
con que me recuerdas,
que sin Ti no existo
ANDREA TUTOR Fdez Santa María.
Santander, Santa Bibiana, 02/12/03; 10:28
Poemario De lo humano y lo Divino
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El Regalo de la Diosa
Cuando yo nací, revoloteaban a mi alrededor ángeles: los había transparente, con unos trajes bellos, de un blanco refulgente, y barbas, y los había con cuerpos igual al mío, rodeados de un filo de luz brillante. Todos eran amables, todos me querían mucho. Era cómo seguir estando en el Cielo, en aquella estrella brillante, que saluda a los caminantes con las primeras luces del alba. Había una Maestra bellísima, que me acariciaba en la cuna y, luego, me daba lecciones, que sólo yo oía, junto a aquel amigo, que me hacía reír. Me sugería portarme mal para divertirme un poco y yo lo miraba con compasión, porque la Maestra lo regañaba. Cuando le preguntaba cuál era su nombre, entre burlas y una dulce caricia, me decía: “Sin Cloi”.
La Maestra lo reprendía, porque en el aula jugaba a cambiar las letras de orden y nunca se sabía, si hablaba en serio o estaba bromeando. Las mayores verdades las decía burlonamente. Y me enseñó, que nunca había que enfadarse, que el enfado hacía daño; que mataba del mismo modo que las tormentas, los volcanes y otros muchos artefactos inventados por el hombre, los que él prefería no nombrar, para que no tomaran cuerpo o no llegaran a la conciencia de los hombres.
Me parecía un poco raro aquel amigo, pero su melena color castaño claro, con suaves ondulaciones, y la limpieza y dulzura de aquellos ojos verdes, que cambiaban con el tiempo, del mismo modo que lo harían, luego, los míos al crecer, no daban lugar a segundas intenciones. Cuando único desaparecía su dulce sonrisa, era en los instantes, en que se decía una crueldad en su presencia o se cometía una injusticia. Desde su condición de transparente, yo sólo veía fulgurar sus ojos y un rictus de tristeza; era sólo una sombra instantánea, que, no creo, fuera perceptible siquiera para la Maestra o para los ángeles trasparentes, que sonreían, mientras Él y la Maestra conversaban conmigo. Mi amigo Sin Cloi, que otras veces me decía., Sin Clio o Nos Clio. Bueno, a mí me gustaba cómo lo decía las más de las veces y era de la forma, en que yo lo repetía o se lo contaba a mis hermanos.
Eran, mis padres, grandes patriarcas, a los que les veía un halo dorado envuelto en un verde esmeralda, y la atmósfera era bella. Todos los lugares, por los que me movía, tenían un tono violáceo y, a veces, me disparaban flashes de un entre violeta y rosa brillante. ¡Un color muy bello! No lo he visto reproducido en los objetos; no, con esa nitidez. Ocasionalmente, sentía olores agradables, como perfume de flores; buscaba y no encontraba su procedencia y, en ese momento, corría a inclinarse sobre mi cuna mi madre o mi hermana pequeña, que para mí era grande, porque yo era muy pequeñito; el más pequecito de todos mis hermanos. Mi padre, un viejecillo dulce y amable, un anciano amoroso me tomaba en sus brazos, se sentaba en una mecedora a hacerme cuentos y contarme historias, que ya yo conocía; porque me las habían enseñado mi Maestra y mi Amigo “Sin Cloi”, estando acostado en mi cuna, protegido por un mosquitero, que parecía el velo de una novia.
Si mi madre me veía boca arriba, llegaba corriendo y me colocaba boca abajo, con la cabeza ladeada, para que no fuese a ahogarme con algún vómito. Todos los niños vomitamos mucho, pero yo, en particular. Me hacía daño la leche de vaca. Vomité tanto y por un tiempo que se me antojó largo, que mi madre luchó, con denuedo, hasta que me consiguió una dieta de leche de chiva, con lo que desaparecieron mis nauseas. Cuando yo nací, era muy difícil encontrar muchas cosas. Escaseaba la comida en mi país y en otros muchos, mientras se echaba a la basura en algunos.
Fue mi madre, una gran dama, envuelta siempre en un abrigo elegante y señorial, que le llegaba un poco más abajo de la cadera, de astracán negro. Nosotros le llamábamos “el abrigo de astracán de mi mamá”. Bellísimo abrigo, que no sé cómo lo podía usar en medio del julio caluroso y reverberante de la zona tórrida del Planeta, donde vivíamos; su abrigo de astracán. Lo llevaba, mi madre, lloviese o hiciese un sol que sacaba chispas a las piedras, con la suave brisa de la mañana o cuando caían las primeras penumbras de la tarde. Solo hacía excepciones, si estaba en la cocina o lavando la ropa, o si era en pleno julio y salía a la calle, al mediodía, para que la gente no le preguntase, si tenía frío. Cuando todos se abanicaban y enjugaban la frente de forma constante, unos, con pañuelos y otros, con el dorso de la mano, ella mantenía cerrado su abrigo de astracán. A mí me gustaba tocarlo, porque la piel era muy suave.
Mi mamá era una Reina y mi padre el más Grande Señor que jamás hubiese conocido. Pero mi madre, a veces, tenía muy mal carácter, porque estaba muy cansada de trabajar todo el día. Nosotros jugábamos y casi nadie le ayudaba, con la excepción de mi hermano mayor y mi hermanita. Aunque sólo se decía lo mucho, que mi hermano trabajaba, estudiaba o lo organizado que era. Todo eso era cierto. También, era cierto, que todos colaboraban, pero con menor disciplina. Todos eran muy buenos y uno, muy bellaco. Hoy, no quiero hablarle de mis hermanos, sino de la Reina, Ella decidió hacerle un regalo muy especial a su hija pequeña, cual si le legase su corona: me puso en sus brazos, para que ella cuidara de mí y me colmase de amor, el que a ella se le iba secando de tanto parir, planchar, lavar, cocinar y coser.
Llegó el momento, en que se fueron, mi Maestra y mi Amigo, ese al que al preguntarle cómo le llamaban, cómo ya les conté, me acariciaba el nacimiento del pelo y con una amplia sonrisa: “Sin Cloi”. Y, de esa forma, mi Amigo se despidió de mí al regresar al Cielo. Junto con la Maestra y la legión de Ángeles, que le acompañaban.
Solamente, quedaron conmigo los ángeles de cuerpo igual al mío, que me enseñaron a jugar canicas; lo justo sería decir, que jugaban y yo los observaba. Mientras fueron pequeños conservaron el halo resplandeciente, que yo les veía. Mis Hermanos no lograban percibirlo, al igual que no veían a mi Maestra, a mi Amigo y a los Ángeles; por ello, creían, que yo lo soñaba.
Fue mi hermanita, a la que mi mamá llamó “Nana” al colocarme en sus brazos, quien me enseñó a jugar a los bolos, a montar patines y me explicaba todas las cosas de la vida, hasta los temas tabúes Ella inventaba cuentos para mí, cada vez, que yo le decía, usando un programa de la televisión: “Tata, cuéntame un cuento”. Y, así, yo le llamé Tata, mi padre le solía decir Munia y mi madre, cómo ya dije, “Nana” a la Princesa de la casa, quién, junto a mi padre, se convirtió en mi Tata-Nana-maestra, cuando la Maestra se fue al Cielo.
Yo fui juguete e hijo para mi Tata. Ella no necesitaba muñecas, porque mi mamá le había regalado un precioso bebé, a un Príncipe de melena rubia y suave sonrisa, que gorjeaba entre las sábanas de pique bordadas por su propia madre, debajo de aquel mosquitero de tul con vuelos y cintas rosas, entrelazadas con azules y, haciendo conchas a la entrada, con ribetes de encajes calados por los que se deslizaban, también, las cintas. La Diosa me regaló a la Princesa Tata-Nana-Hermanita, a mi mamá chiquita.
Autora: Andrea Tutor , Santander, 16 de Agosto de 2007
AVANCE: En el próximo numero, se incluirá una entrevista a ANDREA TUTOR y su breve ensayo "La tan Necesaria Coma", escrito en el cumpleños de Raúl Torres Vila y enviado a la III Conferencia Internacional de Hispanistas, que tendrá lugar, entre el 20 al 22 de marzo de 2008, en el Instituto Estatal de Realaciones Internacionales de Moscú, perteneciente al Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia (MGIMO Universidad); universidad, de la cual es graduada la Dra. Cary Torres Vila (1981)
http://www.andreatutor.com/index%20verdadero.htm
http://webs.ono.com/andreatutor/index.htm
Labels: En honor al Santísimo
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